A veces es inevitable no poder controlar los palos que te ha
dado la vida. Piensas que has superado las dificultades e inseguridades hasta
que la propia vida te pone a prueba. Y entonces, cuando sacas lo peor de ti sin
quererlo, todo lo guardado sale a relucir. Las personas de tu alrededor y tu
vida sufren ese daño.” Ojalá sintieran lo que siento” te dices ¿pero de qué serviría? Tu autocontrol es lo
que importa y lo único que arreglaría tu mal. Porque no vale pedir siempre
perdón cuando es demasiado tarde.